Abel Prieto cumple 70

«Hoy está cumpliendo 70 años de edad Abel Prieto, uno de los hombres más queridos de nuestra vanguardia artística e intelectual. Mezcla de Elpidio Valdés, Pepito y el Güije, su lealtad a la Patria y sencillez lo convierten en paradigma. Compañero de lucha y amigo de Fidel, Raúl y Díaz-Canel, nada lo conmueve tanto como un gesto de cariño de la gente humilde, de la que siempre estuvo tan cerca cuando trabajó como maestro en la Isla de la Juventud, en la editorial Letras Cubanas o en el Centro de Investigaciones Culturales Juan Marinello, con su carro destartalado. Detesta la pompa, los homenajes, la solemnidad impropia. Ni cuando fue ministro o integró el Buró Político del Comité Central del Partido dejó de ser un descamisado. En pocos como él a su nivel se representan las virtudes e intereses del cubano/a de a pie. Es, sin duda, su mayor virtud.
Abel es un conocedor profundo de la obra de Lezama y pocas veces ha estado más feliz que el 8 de diciembre de 2000, cuando Fidel inauguró en el parque de 17 y 8, en el Vedado, la escultura de José Villa en homenaje a John Lennon, implacable crítico del imperio a quien venera desde su juventud. Y es que este pinareño hasta la médula siente orgullo de sus raíces desde una dimensión universal, como Martí o como sus coterráneos Tranquilino Sandalio de Noda y Cirilo Villaverde.
Me enseñó a tratar de hermano o hermana a todos, y no lo hace como un cumplido. Predica la intimidad entre quienes luchamos por un mundo de igualdad y justicia social, esa que nace de la lealtad a los principios, sin sectarismo ni dobleces, con una naturalidad subyugante. A los diez minutos te ha hecho sentir que lo conoces de toda la vida y disfruta como pocos de conversar acerca de ideas, preocupaciones y sueños —chistes de todo tipo incluidos—, con la gente simple, sin afectación. Hermanos para él son todos, sin rango ni distinción alguna.
A este humorista a quien todos rodean en las fiestas para reír a sus anchas, le sonroja que le digan que es uno de los más relevantes pensadores de nuestro continente. No lo cree, mas cuando habla o emite un juicio se le escucha con atención. Políticos e intelectuales procuran conocer su opinión; admiran su sabiduría nacida de andar con el alma pegada a la Cuba profunda, a quienes edifican el país lo mismo desde el arte y la literatura, que desde el anonimato popular. Esa es la razón por la que ha estado tan cerca de los tres presidentes del Gobierno Revolucionario durante los últimos treinta años. Y es tal su respeto por el criterio ajeno y su sentido del compañerismo, que en su medio a veces una discusión puede parecer caótica porque todos anhelan hablarle; lo saben sensible a la pena ajena, que siente como propia.
Para Abel la Revolución es una obra de todos los días y a su construcción se ha consagrado con un corazón que late sin pensar en sí mismo. Y entre todas sus tareas ha sido capaz de legar a la cultura una obra sólida y aportadora tanto en la narrativa como en el ensayo, de mucho valor para el tejido espiritual de la nación y también para entender los desafíos que afrontamos en el país y en el orbe. No he conocido un solo cubano que no lo sienta uno de los suyos. Él lo sabe, es su mayor felicidad.»
Martianos Hermes/Facebook

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