El problema es el capitalismo

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Churchill decía que el capitalismo (él lo disfrazaba con la palabra democracia) era la peor forma de gobierno, excepto por todas las demás. Algo que le gustaba repetir a Einsenhower, quien, como militar, no era precisamente conocido por ideas profundas. La aguda frase pudiera ser ingeniosa si fuera cierta, pero no lo es.

Hoy, el peor sistema es el capitalismo, por encima de todos los demás, de la humanidad e, incluso, del planeta.

Esta pandemia, lamentablemente, solo hizo más visible a todos la realidad de ello. El capitalismo es incapaz de superarse a sí mismo en función de la humanidad, solo lo hace en función del capital.

Mientras las personas mueren en las calles, en EE.UU., los gobernadores se hacen trampas entre ellos para asegurar que los fabricantes de instrumental médico les vendan sus productos en detrimento de los demás. De acuerdo con el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, las compañías de equipos de ventilación llaman a las oficinas gubernamentales para decir que su pedido ha sido superado por el de otro estado, que acaba de mejorar la oferta de compra. Así, en base a la muerte de seres humanos, las compañías buscan magnificar sus ganancias en medio de la tragedia.

El precio de los equipos de ventilación ha ido de 25 000 dólares a 40 000 dólares, cuando más se necesitan. El estado, hospital o institución que no tiene suficientes recursos para comprarlos, sencillamente no los tendrán, sin importar el costo en vidas.

El lema simpático que dice es que donde unos ven problemas otros ven oportunidades, ya no es tan simpático. El gobernador Cuomo amenaza con firmar una orden que permita confiscar el equipo médico sin usar y almacenado en espacios privados con fines especulativos.

Es decir, personas y negocios que mantienen sin usar equipos de ventilación esperando que el avance de la pandemia los haga más caros para, entonces, venderlos a los hospitales.

El estado federal ha sido incapaz de imponer una política nacional para la distribución de los equipos e insumos médicos, y, si alguna vez lo hacen, por su lentitud, los muertos ya no podrán agradecerlo. Se trata del sálvese quien pueda típico del capitalismo y hoy visto en toda su criminal magnitud.

Prácticas de rapiña nada nuevas, pero que en la cotidianidad son escondidas detrás del mantra de que «eso es lo normal». Pero eso no es todo. Gobiernos europeos confiscan cargamentos de equipos médicos en tránsito hacia otras naciones europeas. Francia ha confiscado 130 000 nasobucos en tránsito hacia el Reino Unido. Alemania denuncia que el Gobierno estadounidense ha confiscado 200 000 máscaras que ya había comprado  a un fabricante en China, cuyo dueño es una compañía de EE.UU. El cargamento fue interceptado en Bangkok en un acto que el ministro del Interior alemán, Andreas Geisel, calificó de «piratería moderna».

El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, se quejó de que un envío de máscaras se había reducido, porque parte del mismo había sido recomprado por ee. uu. En Turquía, el negocio de los nasobucos se ha vuelto tan redituable que el Gobierno ha confiscado cerca de un millón vendidos clandestinamente en un negocio, que se calcula ya sobrepasa los varios millones en ganancias.

EE.UU., ni por un imperativo moral ayudaría al combate mundial contra la pandemia. La realidad muestra su incapacidad de hacerlo de manera efectiva hasta en su propia casa, donde hacer América grande otra vez ya sabemos qué significa, a costa del resto de la humanidad.

Llegado el caso, para las élites, América es el 1 % en el tope de la pirámide social. El capitalismo no puede dejar de ser salvaje, lo que pasa es que, ahora, el salvajismo sin maquillajes toca las vitrinas, donde se escondían sus miserias detrás de la prosperidad que mantienen a costa de los pueblos más pobres.

Frantz Fanon decía que el fascismo era el nombre que se le daba al colonialismo cuando se le llevaba a las metrópolis. Fuera de la centralidad primermundista, el horror se vive en Ecuador u otra geografía, que en ese uso carroñero del lenguaje, suelen ser llamados periféricos o emergentes, y que hoy, frente a la evidencia de la pesadilla medieval, ni mencionan. Pero vale la pena recordar, ahora que todos en las metrópolis están asustados, que el Tercer Mundo no sale de pandemias. Solo en África, 30 millones de personas están en condiciones de hambre con peligro para la vida, y de seguro con consecuencias para su desarrollo físico y mental.

De los 5,9 millones de niños que mueren anualmente en el mundo, la mitad, al menos, son consecuencia directa del hambre. La explicación de esa realidad la aclara muy bien Oxfam, autor de los datos ya expuestos, «el hambre no es resultado de muchas personas y poca comida. Tiene que ver con el poder, y sus raíces descansan en la desigualdad imperante en el acceso a recursos y oportunidades».

Quien crea que todos los demás sistemas son peores, mire a la Isla bloqueada y vilipendiada, donde nadie muere de hambre, todos tienen garantizada la seguridad médica y el ser humano es el centro del sistema. El problema es el capitalismo.



» http://www.granma.cu/cuba-covid-19/2020-04-06/el-problema-es-el-capitalismo-06-04-2020-01-04-17?fbclid=IwAR1XzSzpJqr2qPhQDNDaJ4kyAO4VEaeWnzhrkqwkWBFzyww8yTGasEaOCSg
Publicado en: Actual, Cuba, Internacional, Suiza

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