El antimperialismo guevariano

40971La conmemoración del natalicio del Che, acontecido el 14 de junio de 1928, nos conduce a un examen consecuente con su manera creadora y multifacética de apropiarse de un proyecto de cambio libertario y emancipador.

“Una aspiración común, la derrota del im­pe­rialismo, nos une en nuestra marcha hacia el futuro; un pasado común de lucha contra el ene­migo nos ha unido a lo largo del camino”.1

Apenas seis años habían transcurrido del triun­fo revolucionario en Cuba, sin em­bar­go los enunciados contenidos en el último dis­curso oficial del Che, en marzo de 1965 en Ar­gel, sintetizan tesis fundamentales de su pen­samiento, obligándonos, por circunstancias del pre­sente, a un examen valorativo acerca de definiciones, centradas en la esencia del poder hegemónico del imperialismo norteamericano como potencia superior del sistema capitalista.
Cuánto de optimismo, de advertencia, de visión o de utopía se encierran en dos elementos claves que definieron siempre su tránsito por la lucha revolucionaria y que hoy requieren de una respuesta obligada desde nuestro compromiso político, al persistir en el tiempo: la unidad y la marcha hacia un futuro común tamizadas por la derrota del imperialismo.

Esto último reviste una razón lógica, porque la capacidad analítica del Che para penetrar en los problemas de su tiempo le dan a sus ideas un singular valor, lo que no quiere decir de ningún modo, que haya que caer en la repetición banal de sus posiciones.

El advenimiento del neoliberalismo y del ver­dadero rostro del mundo de la globalización no necesitaban de un hechicero para au­gu­rar los re­sor­tes de los poderes hegemónicos, cuando des­de la segunda mitad del siglo XX se vislumbraba el agravamiento de las desigualdades de to­do ti­po.

En ese camino, la multiplicidad y dimensiones del pensar y actuar del Che nos acercan a tendencias particulares sobre del papel del imperialismo y sus alianzas políticas, a su involucramiento personal y activo en la estrategia revolucionaria a escala internacional y a la comprensión de entender al imperialismo y a la revolución co­mo un par contrapuesto, donde el uno intrínsecamente representa un fenómeno histórico contradictorio y, el otro, a los seres humanos lu­chando por cambiar el mundo y por eliminar las desigualdades.

Todo ese entramado se encuentra presente en hechos que marcan la esencia de una historia co­mún que identifica a las excolonias de Asia y África que lucharon por su independencia, muchas de las cuales han devenido neocolonias o nebulosas inciertas, repitiéndose el ci­clo de la penetración imperial en La­ti­no­amé­ri­ca. Este retrato rebasa una simple identificación, porque en­cierra el núcleo central del pensamiento y ac­ción del Che para el conjunto de los países que conformaban el llamado Tercer Mun­do:

• La identificación de la lucha más allá de la in­dependencia formal, porque su eje primario de­bía enfocarse en contra de la pobreza y el atraso como la verdadera contradicción a solucionar.

• La obtención de la soberanía nacional co­mo etapas de un camino común y como única op­ción para alcanzar sociedades más justas y de­sa­rrolladas.
• La advertencia, en términos de declive temporal, de las crisis del sistema capitalista y la pérdida relativa del dominio del imperialismo norteamericano al disminuir su capacidad de respuesta ante un enfrentamiento a escala uni­versal. Su actuación cíclica con un potencial volumen de poder para ajustarse a determinados cambios, aun cuando esos pasos abren cada vez más las brechas entre ricos y po­bres. De ahí, la im­portan­cia de frenar las po­si­bles alianzas de la cadena imperialista y los mecanismos establecidos pa­ra afianzar su po­de­río universal.

• El proyecto revolucionario definido por el Che centraba su objetivo en la posibilidad de una al­ternativa socialista válida para alcanzar la emancipación por medio de la unidad, el desa­rrollo de una conciencia antimperialista y de una participación global que permitiera vi­s­lumbrar las potencialidades del proyecto.

A las tesis expuestas, la propia trama tejida por el poder omnímodo del capitalismo actual contribuye a un examen obligado si se parte del presente incierto. Se pueden distinguir la universalización de un solo mecanismo distributivo y de poder de los mercados financieros, ge­ne­radores de desi­gualdades abismales en contra de una so­cia­li­za­ción del poder y de un viraje po­lítico antidemocrático, con una ideología más intervencionista, si cabe, con el ro­pa­je de una aparente desideologización, sobre todo me­diante la instrumentación de una cultura do­mesticada y ma­ni­pu­la­do­ra.

Se está en presencia de un mayor y
desigual re­parto de los recursos naturales y del valor geoestratégico que adquieren determinadas regiones, amén de los conflictos que se generan. En el Sur, las desventajas se acumulan: de­cre­ci­miento del mercado laboral, un desenfreno en la división internacional del trabajo, una deuda ex­terna incontrolable como consecuencia, en­tre otros, del impacto de sucesivos ajustes mo­ne­tarios, que obligan a los países dependientes a absorberla, obligados a pagar los costos económicos y sociales de los co­lapsos del sistema y la sucesión de conflictos de ba­ja intensidad, dentro del tablero de juego de los po­derosos, me­diante el empleo de la violencia.

En este breve recorrido, un ejercicio consecuente e instructivo, sería el retomar algunas de las preguntas asumidas por el Che:

¿Es posible que los países dependientes pue­dan alcanzar una alternativa socialista pa­ra su desarrollo? ¿El carácter internacionalizado de la economía actual permitiría un desafío anticapitalista? ¿Es posible construir el socialismo bajo nuestra diversidad social y con una fuerte iniciativa po­pular?
Una primera respuesta, a tono con esas interrogantes, se centra en el deber de convencernos acerca de que el proyecto socialista solo cobraría fuerza y veracidad si se convierte en expresión de la unidad entre los oprimidos y se luche, de conjunto, por alcanzar el modelo al­ter­nativo socialista reconstruido sobre la base de la plena emancipación del ser humano y la radicalización de la conciencia popular.

Por otra parte, convencerse de la certeza del proyecto para poder combatir renovadas normas aparenciales de dominación, que solo tienen co­mo propósito conceptualizarlas como una su­puesta era de avance poscapitalista y cuyo propósito no persigue otro que poner fin a la utopía re­vo­lu­cionaria.
Estas reivindicaciones tendrán que pasar por un proyecto de cambio global que apueste por la plena liberación del hombre en toda su extensión y que conduzca a la creación de una sociedad nueva, rica y justa a la vez, sin olvidar bajo qué premisas actuar, con la advertencia siempre presente del Che: “…no se puede confiar en el imperialismo, pero ni un tantito así…”.2

*Coordinadora del Centro de Estudios Che Guevara.

1 Ernesto Che Guevara: Discurso en Ar­gelia, 24 de febrero de 1965, en Justicia Glo­bal, Ocean Press, Australia, 2002, p. 19.
2 Discurso en homenaje a los caídos el 30 de noviembre en Santiago de Cuba, en El Che en la Revolución cubana, t. 5, La Ha­ba­na, Cuba, p. 295.

Publicado en: Actual, Cultura

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